La Pedagogía del Juego

La Pedagogía del Juego

Los seres humanos comenzamos nuestro proceso de socialización, y por lo tanto de personalización de la madre, aprendiendo los elementos básicos de supervivencia y pertenencia al grupo.  Gran parte de este aprendizaje se da de manera lúdica: con juegos y cantos.  De esta forma entendemos que, al igual que la cooperación, el juego ha estado presente desde los primeros grupos humanos, transformándose incluso algunos en expresiones culturales que han permanecido hasta nuestros días (por ejemplo, en la danza).  “Podríamos plantear la idea del juego como modo social de comunicación y relación entre los sujetos” (Mercado, 2009).

Los niños y niñas ensayan a través de los juegos roles de convivencia social para los cuales se van preparando, sin necesidad de adaptarse a patrones socialmente establecidos, pues jugando, se dan permiso de ser ellos mismos, al mismo tiempo que pueden ser otros.

Justamente estas características del juego lo hacen especialmente valioso para la EPDH.  Al fomentar reacciones naturales en los participantes ante situaciones ‘ficticias’, el facilitador puede establecer un marco vivencial a partir del cual reflexionar sobre los mecanismos sociales bajos los cuales se establece la violencia.  Además, el juego de roles permite desarrollar la empatía y la tolerancia (elementos indispensables en la resolución de conflictos), al mismo tiempo que favorece la reproducción de esquemas y estructuras sociales.

Lo más importante que aprenden los niños y niñas jugando es que uno puede divertirse en la vida, que puede dedicar su tiempo a actividades no directamente productivas y que puede estar bien con otros.  Y esta idea debe ser respetada en toda verdadera actividad lúdica que propongamos. (Mercado, 2009:21)

Ahora bien, los juegos por sí solos no establecen la dinámica que se propone en la EPDH.  Hay juegos que fomentan la competencia, la discriminación, la violencia.  Así como afirmábamos que en la educación la metodología es tan importante como el contenido, en la pedagogía del juego que promovemos en este trabajo, se requieren condiciones específicas para la construcción de la paz y la no violencia.  Estas condiciones se establecen a través de los juegos cooperativos.

De acuerdo con Mercado (2009), los juegos cooperativos, donde el objetivo es lograr una meta común, aseguran que todos jueguen juntos y que centren su interés en la participación, eliminando con esto la presión que produce la competencia.  A diferencia de muchas maneras de jugar en las que se busca eliminar al más débil, los juegos cooperativos buscan incluir y no excluir.

El juego cooperativo, al igual que el aprendizaje cooperativo, centra su atención en el proceso y no en el resultado final, por eso es mucho más flexible y adaptable a las circunstancias del contexto y del grupo.  Las reglas sirven sólo como un medio para el fin y nunca son el fin.  Lo importante en el juego cooperativo es el esquema de relación que se establece entre los miembros, y la persona siempre es más importante que el objetivo.  Por eso también, los juegos cooperativos buscan eliminar estructuras que requieran la agresión, pues ésta deshumaniza.

Podemos enlistar algunos beneficios de los juegos cooperativos (Mercado, 2009:45):

  • Son divertidos y alegres para todos.
  • Hay un sentimiento generalizado de satisfacción.
  • Los participantes aprenden a tener sentido de unidad.
  • Se promueve la comunicación eficaz.
  • Transmiten un mensaje de unidad, trabajo en equipo, comunicación social y reflexiva.
  • Procuran una evolución social del grupo, de los participantes, de manera plural y democráctica.
  • Se fortalece la habilidad de perseverar frente a las dificultades.
  • Desarrollo biológico armónico sin riesgos de lesión en juegos agresivos.
  • Se deja de lado la discriminación y se forja la integración.
  • Eleva la autoestima individual dentro del desarrollo de la autoconfianza colectiva-grupal.